miércoles, 11 de agosto de 2010

Aportes al patrimonio arquitectónico.

Una mirada del taller sobre nuestra herencia e identidad.

Durante los últimos años hemos asistido al surgimiento de diferentes manifestaciones a favor del patrimonio y la preservación. Además de los actores tradicionales han surgido nuevas participaciones como fundaciones, asociaciones civiles, grupos de vecinos o personas individuales cuya diversidad se ha visto reunida y unificada detrás de objetivos comunes. Activa o pasivamente han logrado poco a poco desde la práctica y la teoría introducir nuevos debates en la sociedad acerca de la necesidad de preservar y valorar el patrimonio arquitectónico de la ciudad. Hoy cada vez más personas se interesan por edificios y lugares que forman parte del pasado ciudadano, destinando no pocos esfuerzos en promover y apoyar medidas tendientes a protegerlos. Para ello han superado el llano llegando a oídos de quienes deciden sobre estos y otros temas permitiendo el esbozo de normas destinadas a la catalogación y conservación de esos bienes.

Como arquitectos vemos con buenos ojos esa tendencia y creemos fundamental la participación de más profesionales que permitan una maduración de estos intereses y la concreción de una normativa legal adecuada que apoye definitivamente dichas iniciativas.

En este sentido nos parece importante tener una idea clara de lo que defendemos, protegemos o cuidamos. El patrimonio es antes que nada una herencia, un legado que reúne conceptos como la ética, el compromiso, la responsabilidad. Pero nos preguntamos: ¿con qué nos comprometemos?, ¿de qué somos responsables? Responderíamos; de la preservación del pasado y la memoria, que es en definitiva la identidad de una sociedad. Identidad que puede ser barrial, regional, nacional o universal, pero que siempre permitirá el ejercicio de la memoria como escenario donde se articula la historia. (1)

Así como la memoria en cuanto fenómeno biológico permite rescatar algunos hechos o recuerdos por sobre otros que olvidamos, el patrimonio cultural en todas sus expresiones se convierte en la memoria colectiva que dará soporte a algunos hechos históricos sobre otros. No podemos recordar todo así como no podemos preservar todo:

bien mirado, el patrimonio o herencia cultural es prácticamente todo lo que nos rodea. Pero conservar todo es lo mismo que no conservar nada. No se puede vivir en el olvido permanente, pero tampoco recordarlo todo. (2)

En 2009 creamos con el arquitecto Gastón Becerra el Taller Patrimonio y Ciudad con la esperanza de poder difundir la cultura arquitectónica de ciudades entre las que hemos puesto en un lugar destacado a Buenos Aires. Entendemos a las ciudades como el medio donde se plasman nuestras aspiraciones profesionales, pero sin olvidar que cada edificio mantiene en mayor o menor medida una relación con el resto de la ciudad. Comienza, por supuesto en la cuadra y continúa sucesivamente en la manzana y el barrio. Lo arquitectónico toma dimensión urbana interactuando con las calles, las veredas, las plazas, el río, el cielo; es en resumen el blanco y negro de la ciudad que se conforma de células que guardan mayor o menor valor patrimonial. En su Plan Voisin para París de 1925, Le Corbusier ya rescataba la idea de la preservación en barrios tan significativos como La Marais, Des Archives y Du Temple. Otros serian parcialmente demolidos, pero las antiguas iglesias serian preservadas. Más adelante en los míticos Congresos de Arquitectura Moderna (CIAM), en reiteradas oportunidades se trató la temática del patrimonio arquitectónico. La “Carta de Atenas”, exposición programática que los CIAM hicieron en 1933, sobre como habría de transformarse el espacio urbano para que fuese realmente habitable para toda la sociedad, marcó la actividad de generaciones enteras de urbanistas y arquitectos, expresa en su Punto Nº 65:

“Los valores arquitectónicos deben salvaguardarse (edificios aislados o conjuntos urbanos)… La vida de una ciudad es un acaecer continuo que se manifiesta a lo largo de siglos...”

En el siglo anterior, reformas modernizadoras operadas en ciudades como: París, Viena, Barcelona, Roma y las iniciadas por el intendente Torcuato de Alvear en Buenos Aires, a partir de 1884, dejaron completamente fuera de discusión la cuestión histórica y patrimonial, Por ello las salvedades respecto del patrimonio edificado contempladas a partir del Plan Voisin cobran mayor valor, transformándose en importantes antecedentes para pensar los futuros planes reguladores e intervenciones urbanas a gran escala.

Afortunadamente los años han permitido un enorme enriquecimiento de lo que hace tiempo se entendía por patrimonio arquitectónico. Si el plan Voisin consideraba el rescate de antiguas iglesias como un hecho trascendente, hoy en día el universo de la herencia cultural ha crecido enormemente permitiendo la incorporación de viviendas, escuelas, estaciones de ferrocarril, teatros, hospitales, cementerios, bares, parques y una larga lista de elementos arquitectónicos y urbanísticos, como partes de la identidad.

Todos ellos han servido de escenario y sustento físico a hechos relevantes de la historia ciudadana, cuyo rescate ha sido promovido por personas publicas o anónimas que luchan día a día por el enriquecimiento y fortalecimiento de las bases que dan sustento a su defensa y conservación. Una lucha desigual en la que juega un papel ineludible el conocimiento; conocer es valorar y de la valoración nace el cuidado como afirmaba Jorge Enrique Hardoy. Se pone así mayor énfasis, no en la catalogación ni en la denuncia que aunque útiles no constituyen en si la herramienta de fuerza para la realización de la tarea de preservación, sino en el conocimiento. Nuestro país carece de un estudio sostenido de su Patrimonio histórico y cultural; una historia que le de una forma definida. Tarea que, como afirma el arquitecto y arqueólogo Daniel Schávelzon se encuentra pendiente aún. Su enorme trabajo como fundador y director del Centro de Arqueología Urbana de la FADU-UBA, es sin duda un gran aporte que cubre en parte esa deuda. En una de sus obras mas reciente titulada “Mejor Olvidar”, realiza un pormenorizado recorrido por el laberinto de la conservación del patrimonio cultural argentino, que comienza con las polémicas acerca de la demolición de la Pirámide de Mayo en la época de Rivadavia y llega hasta nuestros días. Destaca las intervenciones que se han hecho a lo largo de todo el país y los vaivenes políticos que han azotado a las diferentes comisiones encargadas de la conservación de ese legado. Como el mismo afirma de eso se trata el libro: de la definición del concepto de patrimonio en la Argentina. Su lectura permite comprender el costado político de este tema al afirmar:

el patrimonio es en ultima instancia la representación de una identidad y por ende es un campo de contradicciones, de enfrentamientos imposibles de evitar en la lucha por el poder que los símbolos otorgan”. (3)

Desde el taller comenzamos a transitar este camino del conocimiento, con la plena convicción que lo podemos multiplicar al difundirlo. La tecnología hoy en día disponible achica las brechas permitiendo una gama de opciones que amenizan la transmisión de ese conocimiento. Hemos sido pioneros en la realización de micro videos accesibles desde la web que dan a conocer de manera resumida y breve los aspectos más destacados de algunos edificios que hoy se encuentran en serio riesgo de demolición. El estudio de otros ya desaparecidos nos permite entender la dimensión de lo que hemos perdido, a la vez que otorga mayor valor a lo que hemos conservado. Diferentes publicaciones en marcha, charlas y seminarios, propuestas y debates conforman en este temprano inicio las tareas más importantes que desarrollaremos en el Taller.

Termino con una reflexión que Margarita Gutman menciona en su obra citando palabras de un querido docente de la Facultad de Arquitectura y gran intelectual cuyas clases teóricas recuerdo de mis años de estudiante: Roberto Doberti: (4)

“el ejercicio de la memoria que da contenido a estas discusiones y actividades ayuda a articular el pasado y a motorizar el deseo, impulsando a sus habitantes no solo a ocupar la ciudad, sino a vivirla a fondo, apropiándose de ella en toda su dimensión temporal, su diversidad cultural y su riqueza espacial”.

Contrariamente a lo que se creía en el pasado, el Patrimonio cultural nos pertenece a todos y solo con la toma de conciencia de todos estará bien protegido.


Arq. Alejandro Maddonni.


1,2- Margarita Gutman, “Buenos Aires 1910: Memoria del Porvenir” , editado por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, el Consejo del Plan Urbano Ambiental y la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires, año 1999.
3- Daniel Schávelzon, "Mejor Olvidar. La conservacion del patrimonio cultural argentino", De Los Cuatro Vientos, Buenos Aires, 2008.
4- Op. cit.

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